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¿Cómo es ese chicharrón?

  • Foto del escritor: Daniela Lozano
    Daniela Lozano
  • 30 may 2024
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 31 may 2024


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La crisis climática se ha convertido en uno de los mayores desafíos que enfrenta actualmente la humanidad. Esta problemática global ha generado una profunda preocupación debido a los cambios a largo plazo en los patrones climáticos de la Tierra. Estos cambios son el resultado de diversas actividades humanas que liberan grandes cantidades de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano, a la atmósfera.


Cuando estos gases se acumulan en la atmósfera, atrapan más calor del que debería quedarse en la Tierra. Esto provoca un calentamiento global mucho más intenso de lo natural. Como consecuencia, este calentamiento excesivo impacta negativamente a todas las formas de vida, desde los seres humanos hasta los ecosistemas más frágiles.


Principales causas de las emisiones


Las principales causas de las emisiones de gases de efecto invernadero son la quema de combustibles fósiles para generar energía, los procesos industriales, la deforestación y la agricultura intensiva. Estas actividades liberan enormes cantidades de gases que atrapan el calor, desestabilizando el delicado equilibrio climático del planeta.


Según el Informe especial del IPCC sobre los impactos del calentamiento global (2018), con la tasa de calentamiento actual, la temperatura promedio del planeta aumentará 1.5 °C por encima de niveles preindustriales (es decir, la vida antes de 1750) entre 2030 y 2052. Esto traerá consecuencias en muchos aspectos, como menciona, por ejemplo, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) al afirmar que en todo el mundo ocurrirán 250,000 muertes adicionales por año en las próximas décadas como resultado del cambio climático, y el estudio solo tuvo en cuenta unos pocos indicadores.


¿Este tema es nuevo?


Aunque, entre 1965 y 1979 la literatura científica presentaba una visión en la que siete artículos pronosticaban un enfriamiento y 44 un calentamiento, fue en 1988, gracias a la iniciativa de la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que se estableció el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático, un órgano científico que se encarga de investigar, analizar y evaluar todo lo relacionado a este tema. A partir de 1990, con sus resultados, la humanidad adquirió certeza de la realidad del cambio climático. Sin embargo, solo en los últimos años, este fenómeno ha cobrado una mayor relevancia en todos los sectores de la sociedad, debido a que sus efectos son cada vez más agresivos y visibles.


Colombia, en la mira del cambio climático


Un estudio realizado por la Iniciativa de Adaptación Global (ND-GAIN) de la Universidad de Notre Dame ubica a Colombia en el puesto 84 del índice de vulnerabilidad al cambio climático a nivel mundial. Según proyecciones del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), la temperatura media del país podría aumentar entre 1,0°C y 3,5°C para el periodo 2071-2100, con los mayores incrementos en la región Andina, especialmente en zonas como Sogamoso, Catatumbo, Medio Magdalena y sabana de Bogotá.


Además, otro tipo de escenarios climático conocidos por la ciencia como RCP (Trayectorias de Concentración Representativas) indican que las regiones Caribe y Amazonía experimentarán una disminución en las lluvias para el periodo 2011 – 2100, lo que se traduce en sequías intensas y aumento de incendios forestales. Esta alta vulnerabilidad se atribuye a las características físicas, geográficas, económicas, sociales y de biodiversidad del país.


Un claro ejemplo de la fragilidad de Colombia ante los efectos del cambio climático fue el fenómeno de La Niña 2010-2011, que dejó pérdidas cercanas a los 11,2 billones de pesos y afectó a 3,2 millones de personas. Estos datos evidencian la urgencia de aumentar la ambición en las metas y además, de implementar estrategias de adaptación y mitigación para atender y adelantarse a los desafíos climáticos que viven todos los municipios actualmente.


¿Y cómo se enfrenta el problema desde Bogotá? 


Según datos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), la temperatura media en la ciudad ha aumentado entre 0,12 y 0,15°C por década, lo que se traduce en un aumento de las temperaturas máximas y mínimas, es decir, cuando llueve mucho y cuando hace demasiado sol (los extremos que bien conocemos). Esto genera un cambio en los patrones de circulación local, lo que a su vez provoca lluvias intensas, eventos de granizo, tormentas eléctricas, entre otros.


Es fundamental entender que los ecosistemas y los biomas están conectados. Un ejemplo claro es que lo que pasa en la Amazonía afecta a Bogotá, pues están conectados por los vientas estacionales. De esta forma, la humedad que alberga la selva viaja hasta la capital del país. Por tanto, si se sigue deforestando la Amazonía, la humedad disminuirá y esto se traducirá en una disminución de las lluvias en la ciudad, afectando gravemente la disponibilidad de agua.


La variabilidad climática también ha llevado a eventos climáticos extremos, como inundaciones y deslizamientos de tierra, que representan un riesgo para la población y la infraestructura. Según el Ideam, en los últimos 30 años, se han registrado 165 eventos de inundación y 158 deslizamientos en la ciudad, causando daños a viviendas, vías y servicios públicos pero además, también señala que el 59% del territorio de Bogotá tiene un riesgo alto o muy alto de sufrir impactos severos por este fenómeno.


Además, el aumento de la temperatura puede afectar la salud de las personas, especialmente de los grupos más vulnerables como niños(as) y ancianos(as), al incrementar la frecuencia de enfermedades como el dengue o el chikungunya y además, exacerbar problemas respiratorios debido a la contaminación del aire.


Sí, suena preocupante el panorama y por eso, la ciencia todos los días nos dice: 

#PóngaseMosca con el tema porque hay soluciones.


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