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Desde hace casi cinco años, en la alta montaña las y los campesinos empezaron a combinar el azadón y el rastrillo con el pluviómetro y el termohigrómetro, dos instrumentos utilizados para monitorear el clima en algunas veredas de Guatavita.
Un pequeño grupo de familias campesinas del municipio de Guatavita conforman la red de monitoreo del clima, una iniciativa que comenzó en 2019 de la mano de un proyecto de adaptación al cambio climático implementado por Conservación Internacional Colombia.
“Todos somos científicos”, dice Patricia Rodríguez una de las mujeres que ha sido más constante con este proceso, y quien además hace parte de la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Guatavita (AMEG), y agrega “yo monitoreo temperatura, precipitaciones y humedad, y todos los días registro, además a fin de mes analizo toda la información. Este monitoreo sirve para tomar decisiones acertadas acerca de nuestros cultivos y ganadería, con el tiempo vamos sabiendo cómo prepararnos y adaptarnos para tomar las medidas correctivas”.
A lo que Patricia se refiere es a que todos los días desde hace un quinquenio toma datos a las 6 a.m. y a las 6 p.m. sobre la temperatura, el nivel de las lluvias y también si hubo o no heladas. Cuando comenzó el proceso, de la mano de las y los técnicos de CI Colombia, ellos les acompañaban. Mes a mes les visitaban y juntos promediaban esas cifras recogidas y las llevaban a unas gráficas que luego compartían con otros vecinos de las fincas. Llegaron a ser casi 20 monitores que no solo estaban en Guatavita, sino también en Sesquilé, Guasca y hasta en una parte de Usme, y a contar con un boletín que distribuían impreso y por WhatsApp que se llamaba Nuestro Tiempo.

Cuando la pandemia llegó y se hizo más difícil reunirse para analizar y compartir datos, las notas de voz se volvieron la forma de comunicarse. Don Carlos Julio, Patricia y sus hermanas, doña Blanca, Juanita, Ana Delia, Alejito y las y los demás ya no decían simplemente si había llovido o no. Hablaban con mucha propiedad de grados centígrados, centímetros cúbicos y porcentajes de humedad. Lenguaje que han seguido manteniendo con el paso del tiempo.
El proyecto finalizó, sin embargo, Patricia y otras familias han continuado haciendo su labor de monitorear el clima porque han entendido que tener una idea de qué está pasando en sus veredas les puede significar menores pérdidas económicas en sus actividades agropecuarias. “Es muy impresionante cómo ha cambiado el clima, y como cambia incluso de finca a finca”, agrega Rodríguez.
Para Patricia Bejarano, directora de Paisaje Sostenibles de Alta Montaña en CI Colombia y quien coordinó este proyecto, el monitoreo comunitario del clima es una medida de adaptación al cambio climático complementaria a las otras iniciativas que se pueden desarrollar. “Hace parte de lo que se conoce como ciencia comunitaria, una estrategia que une los saberes tradicionales de las comunidades campesinas con la información técnica o científica de los expertos, creando juntos hallazgos fundamentales para la toma de decisiones que permitan hacer frente a este fenómeno y a la vez mantener el bienestar de las comunidades”, afirma.
Laura Holguín quien coordinó el proceso de monitoreo comunitario, en su momento, en este proyecto y fue quién estuvo más cerca de la red aseguró en una entrevista que dio a la revista Agua que la acción de medir las variables climáticas había sido un despertar de la gente a su entorno, “despierta una sensibilidad importante para temas de conservación. Empiezan a entender la relación de una cosa y la otra: comprender cómo se relacionan los seres vivos y las características del ambiente, despierta una sensibilidad especial, que no es del todo intuitiva. Una vez empiezan a medir no paran y quieren saber cómo se llama todo lo que los rodea”, agregó.
“Uno de los monitores, que es papero, descubrió que tomar todos estos datos le permite predecir con un buen nivel de confianza si va a llover o no, y a partir de ahí toma decisiones sobre aplicar abonos o no, porque la lluvia activa esos elementos, entonces puede ahorrar dinero y muchas otras actividades empiezan a mejorar”, añadió Laura.
Una conexión imperceptible
Es innegable cómo empezar a monitorear el clima despertó en estas familias un interés científico. Hombres y mujeres adultas, jóvenes, niños y niñas ahora cuentan con nuevas herramientas para la toma de decisiones, pero sobre todo con la curiosidad más aguda al querer entender desde la ciencia lo que está pasando en la cotidianidad de sus entornos.
Van cinco años del proceso, sin embargo, las técnicas de CI Colombia afirman que se requieren por lo menos siete años de constancia para decir que el proceso está consolidado, y sobre todo para poder tener un récord de datos que den mayor información sobre esta zona del país, muy cercana a la capital de Colombia y fundamental para el abastecimiento del agua que llega a la ciudad.
La mayor vulnerabilidad al cambio climático de Bogotá está asociada al abastecimiento y calidad del agua. El líquido que consumen más de ocho millones de personas vine de esas montañas de los municipios aledaños como Guatavita, así como muchos alimentos que se comercializan, por tanto, la gestión y el trabajo que hacen las y los campesinos por entender el clima y adaptarse a él es fundamental para el presente y futuro de quienes habitan la ciudad.



