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PARA LEER

Historias de ciencia ciudadana, participativa y comunitaria

Para alcanzar las metas que la humanidad se ha puesto con el objetivo de evitar un futuro catastrófico, hay que trabajar en equipo: los gobiernos, la ciencia, la industria y la gente. Por eso, aquí en esta sección, le traemos historias de gente que se ha unido a los científicos(as) para recoger datos, analizar información y proponer soluciones a problemáticas que aún no se ven claras, pero que son urgentes.

 

Contar con esos datos es clave para justificar la urgencia de tomar decisiones mucho más ambiciosas. Y es que estos científicos(as), tanto los expertos(as) como los ciudadanos(as), entendieron que el cambio climático es como un aguacero en Bogotá: uno sabe que va a llegar, así que es mejor tener el paraguas listo.

Dése una vuelta por las historias y nos vemos en "para hacer", porque no hay que dejarse llevar por la impotencia. Desde la casa uno también puede aportar con soluciones melas caramelas a la crisis.

  • 4 Min. de lectura

Desde hace casi cinco años, en la alta montaña las y los campesinos empezaron a combinar el azadón y el rastrillo con el pluviómetro y el termohigrómetro, dos instrumentos utilizados para monitorear el clima en algunas veredas de Guatavita.


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Un pequeño grupo de familias campesinas del municipio de Guatavita conforman la red de monitoreo del clima, una iniciativa que comenzó en 2019 de la mano de un proyecto de adaptación al cambio climático implementado por Conservación Internacional Colombia.

“Todos somos científicos”, dice Patricia Rodríguez una de las mujeres que ha sido más constante con este proceso, y quien además hace parte de la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Guatavita (AMEG), y agrega “yo monitoreo temperatura, precipitaciones y humedad, y todos los días registro, además a fin de mes analizo toda la información. Este monitoreo sirve para tomar decisiones acertadas acerca de nuestros cultivos y ganadería, con el tiempo vamos sabiendo cómo prepararnos y adaptarnos para tomar las medidas correctivas”.


A lo que Patricia se refiere es a que todos los días desde hace un quinquenio toma datos a las 6 a.m. y a las 6 p.m. sobre la temperatura, el nivel de las lluvias y también si hubo o no heladas. Cuando comenzó el proceso, de la mano de las y los técnicos de CI Colombia, ellos les acompañaban. Mes a mes les visitaban y juntos promediaban esas cifras recogidas y las llevaban a unas gráficas que luego compartían con otros vecinos de las fincas. Llegaron a ser casi 20 monitores que no solo estaban en Guatavita, sino también en Sesquilé, Guasca y hasta en una parte de Usme, y a contar con un boletín que distribuían impreso y por WhatsApp que se llamaba Nuestro Tiempo.


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Cuando la pandemia llegó y se hizo más difícil reunirse para analizar y compartir datos, las notas de voz se volvieron la forma de comunicarse. Don Carlos Julio, Patricia y sus hermanas, doña Blanca, Juanita, Ana Delia, Alejito y las y los demás ya no decían simplemente si había llovido o no. Hablaban con mucha propiedad de grados centígrados, centímetros cúbicos y porcentajes de humedad. Lenguaje que han seguido manteniendo con el paso del tiempo.


El proyecto finalizó, sin embargo, Patricia y otras familias han continuado haciendo su labor de monitorear el clima porque han entendido que tener una idea de qué está pasando en sus veredas les puede significar menores pérdidas económicas en sus actividades agropecuarias. “Es muy impresionante cómo ha cambiado el clima, y como cambia incluso de finca a finca”, agrega Rodríguez.


Para Patricia Bejarano, directora de Paisaje Sostenibles de Alta Montaña en CI Colombia y quien coordinó este proyecto, el monitoreo comunitario del clima es una medida de adaptación al cambio climático complementaria a las otras iniciativas que se pueden desarrollar. “Hace parte de lo que se conoce como ciencia comunitaria, una estrategia que une los saberes tradicionales de las comunidades campesinas con la información técnica o científica de los expertos, creando juntos hallazgos fundamentales para la toma de decisiones que permitan hacer frente a este fenómeno y a la vez mantener el bienestar de las comunidades”, afirma.


Laura Holguín quien coordinó el proceso de monitoreo comunitario, en su momento, en este proyecto y fue quién estuvo más cerca de la red aseguró en una entrevista que dio a la revista Agua que la acción de medir las variables climáticas había sido un despertar de la gente a su entorno, “despierta una sensibilidad importante para temas de conservación. Empiezan a entender la relación de una cosa y la otra: comprender cómo se relacionan los seres vivos y las características del ambiente, despierta una sensibilidad especial, que no es del todo intuitiva. Una vez empiezan a medir no paran y quieren saber cómo se llama todo lo que los rodea”, agregó.


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“Uno de los monitores, que es papero, descubrió que tomar todos estos datos le permite predecir con un buen nivel de confianza si va a llover o no, y a partir de ahí toma decisiones sobre aplicar abonos o no, porque la lluvia activa esos elementos, entonces puede ahorrar dinero y muchas otras actividades empiezan a mejorar”, añadió Laura.


Una conexión imperceptible


Es innegable cómo empezar a monitorear el clima despertó en estas familias un interés científico. Hombres y mujeres adultas, jóvenes, niños y niñas ahora cuentan con nuevas herramientas para la toma de decisiones, pero sobre todo con la curiosidad más aguda al querer entender desde la ciencia lo que está pasando en la cotidianidad de sus entornos.

Van cinco años del proceso, sin embargo, las técnicas de CI Colombia afirman que se requieren por lo menos siete años de constancia para decir que el proceso está consolidado, y sobre todo para poder tener un récord de datos que den mayor información sobre esta zona del país, muy cercana a la capital de Colombia y fundamental para el abastecimiento del agua que llega a la ciudad.


La mayor vulnerabilidad al cambio climático de Bogotá está asociada al abastecimiento y calidad del agua. El líquido que consumen más de ocho millones de personas vine de esas montañas de los municipios aledaños como Guatavita, así como muchos alimentos que se comercializan, por tanto, la gestión y el trabajo que hacen las y los campesinos por entender el clima y adaptarse a él es fundamental para el presente y futuro de quienes habitan la ciudad.

 

Actualizado: 31 may 2024


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La crisis climática se ha convertido en uno de los mayores desafíos que enfrenta actualmente la humanidad. Esta problemática global ha generado una profunda preocupación debido a los cambios a largo plazo en los patrones climáticos de la Tierra. Estos cambios son el resultado de diversas actividades humanas que liberan grandes cantidades de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano, a la atmósfera.


Cuando estos gases se acumulan en la atmósfera, atrapan más calor del que debería quedarse en la Tierra. Esto provoca un calentamiento global mucho más intenso de lo natural. Como consecuencia, este calentamiento excesivo impacta negativamente a todas las formas de vida, desde los seres humanos hasta los ecosistemas más frágiles.


Principales causas de las emisiones


Las principales causas de las emisiones de gases de efecto invernadero son la quema de combustibles fósiles para generar energía, los procesos industriales, la deforestación y la agricultura intensiva. Estas actividades liberan enormes cantidades de gases que atrapan el calor, desestabilizando el delicado equilibrio climático del planeta.


Según el Informe especial del IPCC sobre los impactos del calentamiento global (2018), con la tasa de calentamiento actual, la temperatura promedio del planeta aumentará 1.5 °C por encima de niveles preindustriales (es decir, la vida antes de 1750) entre 2030 y 2052. Esto traerá consecuencias en muchos aspectos, como menciona, por ejemplo, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) al afirmar que en todo el mundo ocurrirán 250,000 muertes adicionales por año en las próximas décadas como resultado del cambio climático, y el estudio solo tuvo en cuenta unos pocos indicadores.


¿Este tema es nuevo?


Aunque, entre 1965 y 1979 la literatura científica presentaba una visión en la que siete artículos pronosticaban un enfriamiento y 44 un calentamiento, fue en 1988, gracias a la iniciativa de la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que se estableció el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático, un órgano científico que se encarga de investigar, analizar y evaluar todo lo relacionado a este tema. A partir de 1990, con sus resultados, la humanidad adquirió certeza de la realidad del cambio climático. Sin embargo, solo en los últimos años, este fenómeno ha cobrado una mayor relevancia en todos los sectores de la sociedad, debido a que sus efectos son cada vez más agresivos y visibles.


Colombia, en la mira del cambio climático


Un estudio realizado por la Iniciativa de Adaptación Global (ND-GAIN) de la Universidad de Notre Dame ubica a Colombia en el puesto 84 del índice de vulnerabilidad al cambio climático a nivel mundial. Según proyecciones del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), la temperatura media del país podría aumentar entre 1,0°C y 3,5°C para el periodo 2071-2100, con los mayores incrementos en la región Andina, especialmente en zonas como Sogamoso, Catatumbo, Medio Magdalena y sabana de Bogotá.


Además, otro tipo de escenarios climático conocidos por la ciencia como RCP (Trayectorias de Concentración Representativas) indican que las regiones Caribe y Amazonía experimentarán una disminución en las lluvias para el periodo 2011 – 2100, lo que se traduce en sequías intensas y aumento de incendios forestales. Esta alta vulnerabilidad se atribuye a las características físicas, geográficas, económicas, sociales y de biodiversidad del país.


Un claro ejemplo de la fragilidad de Colombia ante los efectos del cambio climático fue el fenómeno de La Niña 2010-2011, que dejó pérdidas cercanas a los 11,2 billones de pesos y afectó a 3,2 millones de personas. Estos datos evidencian la urgencia de aumentar la ambición en las metas y además, de implementar estrategias de adaptación y mitigación para atender y adelantarse a los desafíos climáticos que viven todos los municipios actualmente.


¿Y cómo se enfrenta el problema desde Bogotá? 


Según datos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), la temperatura media en la ciudad ha aumentado entre 0,12 y 0,15°C por década, lo que se traduce en un aumento de las temperaturas máximas y mínimas, es decir, cuando llueve mucho y cuando hace demasiado sol (los extremos que bien conocemos). Esto genera un cambio en los patrones de circulación local, lo que a su vez provoca lluvias intensas, eventos de granizo, tormentas eléctricas, entre otros.


Es fundamental entender que los ecosistemas y los biomas están conectados. Un ejemplo claro es que lo que pasa en la Amazonía afecta a Bogotá, pues están conectados por los vientas estacionales. De esta forma, la humedad que alberga la selva viaja hasta la capital del país. Por tanto, si se sigue deforestando la Amazonía, la humedad disminuirá y esto se traducirá en una disminución de las lluvias en la ciudad, afectando gravemente la disponibilidad de agua.


La variabilidad climática también ha llevado a eventos climáticos extremos, como inundaciones y deslizamientos de tierra, que representan un riesgo para la población y la infraestructura. Según el Ideam, en los últimos 30 años, se han registrado 165 eventos de inundación y 158 deslizamientos en la ciudad, causando daños a viviendas, vías y servicios públicos pero además, también señala que el 59% del territorio de Bogotá tiene un riesgo alto o muy alto de sufrir impactos severos por este fenómeno.


Además, el aumento de la temperatura puede afectar la salud de las personas, especialmente de los grupos más vulnerables como niños(as) y ancianos(as), al incrementar la frecuencia de enfermedades como el dengue o el chikungunya y además, exacerbar problemas respiratorios debido a la contaminación del aire.


Sí, suena preocupante el panorama y por eso, la ciencia todos los días nos dice: 

#PóngaseMosca con el tema porque hay soluciones.


 

Algunas personas piensan que este tema del cambio climático es nuevo, pero no, la ciencia🧪 desde hace rato se dio cuenta de que algo raro pasaba en nuestro planeta🌎.


En 1988, la OMM (Organización Meteorológica Mundial) y el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), teniendo la alerta clara, se pusieron las pilas 🔋🪫y crearon un grupo de expertos(as)👩‍🔬👨‍🔬 para investigar a fondo este tema: el Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático. Con los resultados e informes de esta gente🔎, por fin la humanidad supo a qué nos enfrentábamos... o bueno, no toda, pero tranquis que para eso estamos. 🤓


#PóngaseMosca 🪰 y escríbame en los comentarios qué es lo que más le ha costado entender del cambio climático.



 
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